Recupero para el blog una reseña para Revista de Letras. Fernando Pessoa reconocía, a través de su mutilado semiheterónimo Bernardo Soares, en uno de los múltiples fragmentos que más tarde compondrían el Libro del desasosiego, que ni él mismo sabía si ese yo, que venía exponiendo a lo largo de las páginas, existía realmente o no era más que un concepto estético y falso que él había hecho de sí mismo. Reconocía, así, que vivía estéticamente en otro, que había esculpido su vida como una estatua de materia ajena a su propio ser. Por eso, no se reconocía. Al leer en El juego del otro las experiencias de Vila-Matas, Echenoz, Auster o Sophie Calle no podemos dejar de encontrar similitudes con el maestro del “teatro en gente” portugués. RDL