Defendí la tesis doctoral, Fernando Pessoa: irrealidad, escritura y desasosiego, en la Universitat de Barcelona a principios de diciembre de 2014. Momentos antes de enfrentar el tribunal, mientras me dirigía hacia la facultad de filología situada en Gran Vía, dos hechos me escoltaban en un amago de sentido. El primero lo oí en Oporto, en una conferencia sobre las facetas de Borges y Cortázar como escritores que daban aulas. Aparentemente, para un puesto como profesor en la Universidad de Buenos Aires, Borges había limitado el papeleo necesario (méritos académicos, certificados, aptitudes, etc.) a una simple frase en una nota: llevo toda la vida preparándome para este momento. A pesar de la soberbia de la frase, no es menos cierto que las elecciones que tomamos nos llevan a esos instantes en los que algo parece anudarse de forma tácita.
El segundo hecho, se lo debo a Vilnius Lancastre, que en Aire de Dylan, asiste a un encuentro sobre el fracaso para precisamente fallar: “Es decir, pensaba hacer una exhibición completa y ejemplar en público de cómo se fracasa plenamente y de verdad”. De forma similar, siempre pensé que una tesis sobre el Livro do Desassossego de Fernando Pessoa debía fallar si tenemos en cuenta a Alain Badiou cuando dice que la filosofía es insuficiente con el escritor portugués. Caminaba pensando que, por coherencia estética, debía fracasar. Pessoa escribía en 1914: “Reconheço hoje que falhei, só pasmo, às vezes, de não ter previsto que falharia. Que havia em mim que prognosticasse um triunfo? Eu não tinha a força cega dos vencedores ou a visão certa dos loucos… Era lúcido e triste como um dia frio”. En el Livro el escritor da constancia desde los primeros fragmentos del destino incierto al que parece haberlo abocado.
La tesis plantea un análisis crítico, filológico y filosófico de la obra en cuestión. Siempre hay un resto que no se deja encuadrar, eso es precisamente lo que maravilla, lo que seduce, aquello incomprensible y que intentamos descifrar aun sabiendo que estamos abocados al fracaso. Los testimonios originales que Pessoa legó nunca van a ser descifrados del todo. El ejército móvil de metáforas que una y otra vez se aliñen van a construir una verdad que no va a cesar de reescribirse.
“Estoy empezando a notar que la influencia de la novela que analizo me está afectando: introduzco un episodio tras otro y me olvido del movimiento central de mi artículo”, afirma Viktor Shklosvki en “Cómo está hecho Don Quijote: los discursos de Don Quijote”. A medida que avanzaba en el análisis de la obra de Pessoa desde ese prisma múltiple, temía presentar un trabajo demasiado fragmentario. Que la obra sea fragmentaria no significa que una tesis sobre la misma deba serlo, aunque es imposible prescindir de cierta condicionalidad a la luz de lo expuesto. Quien con Pessoa lucha cuide de no convertirse a su vez en heterónimo. Cuando investigas largo tiempo el Livro, éste investiga dentro de ti. Una vez finalizada la defensa, pensé en Perder Teorías. Ante la certeza de que la tesis podía asemejarse a mi vida y las constantes esperas, cabía pensar que la misma fue un intento de “librarme de su contenido” con el “propósito exclusivo de escribir y perder países, de viajar y perder teorías, perderlas todas”.
En la introducción cito a Macedonio Fernández que dice algo así como que “corregir es todo el éxito”. Recuerdo que la primera vez que escribí la frase anoté “corregir es todo el exilio”. Por lo que me pregunté si el sujeto que escribía, el que revisaba, el que leía y reescribía el texto era el mismo o era siempre otro. Se trata de investigar, corregir, escribir y perder. Continuar exiliados de aquello a lo que llamamos yo.
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