Publico en el número 19 de la revista Lectora una traducción de textos de la escritora portuguesa Maria Gabriela Llansol junto con un artículo introductorio en el que doy cuatro pinceladas sobre la vida y obra de la autora de Um Falcão no Punho .
Isabel Soler me propuso como traductor de los textos para la revista y me pidió que me pusiese en contacto con el Espaço Llansol que gestiona los derechos de la autora. Me puse en contacto con el Espaço y al poco tiempo me respondió João Barrento que se mostró alegre ante el interés por la escritora en España. Barrento hizo una selección de textos que consideró significativos del legado de Llansol junto a algunos inéditos y me puse a trabajar en la traducción.
Dado que el artículo sólo es accesible por suscripción durante el primer año, selecciono para el post una de las entradas de sus cuadernos a modo de petit tast:
8 de junio de 1975
Me doy cuenta de cómo es la escritura, un tejido de deseos por el que nos movemos, lucha entre lo establecido y los recuerdos que quieren liberarse en el archivo del texto.
Escribir, para mí, es escribir. Cuando escribo historias no me expreso. Y, finalmente, escribir es hacer una cosa con mis manos. Mis manos forman cosas, que salen de mis manos, de mi pensamiento, de mis recuerdos. Escribir es aprender a escribir. Escribir es un trabajo difícil, es hacer cosas que, a veces, no me gustan.
Así, las lenguas, sean francés, flamenco, portugués, no importa cual, respiran todas el mismo aire: espacio total a descifrar, transformación de lo que experimentamos a través de la palabra, la memoria despierta, la explicación directa o metafórica del deseo. Es sonido, oído, mano, todos los campos del saber, concepción de muerte o de vida, lucha entre la demanda de sentido que devora y la gramática que, a veces, la preserva para regurgitarla.
Traducir a Llansol ha sido un placer y una responsabilidad de los que espero seguir disfrutando. En el texto introductorio a la escritora escribí que la extensa y fronteriza obra llansoliana se revela como escritura meditativa en continuo proceso para poner de manifiesto la necesidad de hallar un lector que sea a su vez constructor de la obra. El lector es un demiurgo que crea y recrea aquello escrito para dar longevidad a esa obra que, indiscutiblemente, existe por sí misma.